“Inshallah” ¡Que así sea!
“Las personas más bellas son las que han conocido la derrota, el sufrimiento, la lucha y la pérdida…
Esas personas tienen una sensibilidad y comprensión de la vida inigualables. La gente más bella no surge de la nada.”
“El amor que hemos sentido y el amor que hemos dado, nunca se pierden.”
Elisabet Kubbler Ross
En febrero del año 2016, en Bilbao (País Vasco, España) estando en 5to de Medicina, una dra., médico internista de especialidad, gastroenteróloga de subespecialidad, me informa de la manera más directa, fría y distante que uno de mis mejores amigos está destinado a morir en los próximos meses. Abou (así es como se hacía llamar), había adquirido un virus durante el nacimiento, se había enfermado de Hepatitis B congénita transmitida por el canal de parto en un país donde no existía la vacuna contra la Hepatitis B, en Senegal. Este virus fue el causante de una fibrosis, posterior cirrosis y finalmente un hepatocarcinoma, esto es, cáncer. Fue una noticia devastadora, una noticia que me tocó primero digerir a mi y después lograr explicársela a mi amigo. “¿Qué significa eso?” me decía Abou, “¿Quiere decir que voy a morir pronto?” “¿Quién ayudará a mi familia? ¿quién enviará dinero a mi madre a partir de ahora?”
De ahí en adelante comenzó toda una lucha por el bienestar, por la comodidad, por la ausencia de dolor…unos meses de cuidado a domicilio. Me fui a vivir con Abou y otro amigo con el fin de lograr aportarle a mi amigo el mejor tratamiento de fin de vida. Nadie podía asegurar cuándo él dejaría de estar con nosotros, sin embargo, el tiempo que estuviera queríamos que fuera un tiempo de calidad.
El dolor fue uno de nuestros mayores enemigos. Al inicio, sólo era un dolor localizado en el hipocondrio derecho debido a sus metástasis hepáticas; en las noches me quedaba a su lado y en el día acudía a mis clases de medicina. Le pasamos de administrar medicación por vía oral, a tener que administrarle rescates de morfina vía subcutánea y finalmente le instalamos una bomba de infusión continua de morfina.
A veces, se despertaba en mitad de la noche y me decía “¿Alitxu, (diminutivo de Alina en vasco), una manzana verde pelada?” yo me reía, y le llevaba la manzana; lograba comer un par de mordiscos y se volvía a dormir.
Otras veces, se estremecía de dolor, no conseguía adoptar una postura antiálgica, me acostaba a su lado y le hacía unos masajes en el costado derecho… pareciera que eso le ayudaba a paliar un poco su dolor.
En una madrugada, a las 2:00 am noto que Abou tiene la mirada desviada, me asusto y le tomo una glicemia capilar que marca 20, hipoglicemia…voy corriendo al refrigerador y saco el Glucagón, me subo encima de Abou y se lo administro de forma intramuscular en su muslo izquierdo. Unos segundos después Abou recupera consciencia y me sonríe.
Hubo una tarde de domingo, a eso de las 17:30 pm que a Abou se le antojaron unas alitas de pollo…traté de buscar locales abiertos para poder comprarle alitas de pollo hasta finalmente encontrar un local a unas cinco cuadras de la casa que me pudieron preparar unas ricas alitas de pollo que Abou comió con apetito.
A la hora de intentar hablar con él acerca del final, por un lado, era fácil dado que él y su fé hacían que la muerte fuera un proceso más de la vida, sin embargo, él no quería morir. Trataba de mostrar que no le tenía miedo a la muerte, pero ello estaba claro que quería seguir con vida.
Los momentos más difíciles para mi amigo fueron cuando ya no podía levantarse a realizar sus necesidades básicas y requería de mi ayuda o la de mi amigo, el tener que usar pañal para orinar fue algo muy complejo para él, algo que le bajó el ánimo y lo entristeció, algo que le causó rabia y furor. Se empeñaba en seguir levantándose hasta que los edemas de sus piernas lo impidieron.
Finalmente, mi amigo Abou falleció un 20 de mayo a las 4:30 am, acompañado de sus amigos y hermanos, lejos de su país natal, lejos de su tierra. Con la ayuda de varios, logramos llevar su cuerpo a Senegal y enterrarlo al estilo musulmán, embalsamado, en posición de decúbito lateral, mirando a la Meca.
Este episodio de mi vida hizo que me enamorara del cuidado a domicilio, del cuidado de fin de vida. Es tan importante poder estar ahí cuando al paciente dentro de su falta de apetito le entran ganas de comer algo a las 4:00 am, es tan importante poder administrarle la medicación necesaria para paliar el dolor, tan importante es ayudarle a movilizar extremidades, posicionarlo de una forma cómoda cuando él/ella no logra hacerlo.
El cuidado integral de nuestros pacientes es lo que le da sentido a nuestra profesión. Como dice Elisabet Kubbler Ross “el amor que hemos sentido y el amor que hemos dado, nunca se pierden.”

Dra. Alina Ahtamon (médico-cirujano)
Miembro Equipo SIRAK